Pokémon: la aventura desde los ojos de un niño
Dadas mis circunstancias laborales actuales, voy a tener que estar viajando entre mi ciudad de origen y otra localidad diversas veces en estos meses, idas y venidas frecuentes. Al tratarse de un trasvase entre islas y con motivo de tener que utilizar el coche en mi destino, el único medio de transporte realmente viable es el barco. Os cuento esto porque, durante mi primer trayecto hacia mi nuevo destino, unas reflexiones salvajes asaltaron mi mente. Unas reflexiones bastante personales que puede que no os interesen demasiado y que compondrán uno de mis textos más personales en esta web. Avisados quedáis.
El caso es que hacía unos cuantos años que no me montaba en barco, siendo el avión siempre mi transporte preferente para salir de Mallorca. De hecho, nunca había montado en barco solo, llevándome el coche, como fue el caso de esta última vez. Y claro, uniendo eso a que no sabía exactamente qué situación me iba a encontrar en mi destino (ya os puedo adelantar que es bastante caótica), podréis entender que me asaltara el modo mental "aventurero hacia lo desconocido". No os voy a engañar: el suave traqueteo del barco, el aburrimiento de la travesía en algunos momentos y la siempre impresionante vista del mar abierto también ayudaron.
Así pues, es curioso como el cerebro a veces sigue dos líneas de pensamiento diferentes y las acaba uniendo de alguna manera. En primer lugar, me acordé de mis primeras veces viajando en barco, junto a mis padres. Aún era bastante niño y me encantaba explorar el buque en el que nos hubiera tocado ir, aunque tampoco es que hubiera nada de demasiado interés. Pasear por sus pasillos, sus zonas de butacas y su cubierta eran lo que me gustaba, mientras inventaba historias en mi mente. Historias de niños, de esas en las que te acompaña imaginariamente un fiel amigo de forma animal, usualmente tu perro si lo tienes. Era mi caso.
En segundo lugar, y al agotar el recuerdo de esas historias mentales de mi infancia, me asaltó otra imagen aparentemente diferente pero que tenía sus similitudes: la travesía en el SS Anne, en los ya vetustos Pokémon Azul/Rojo. No en vano, en esa travesía paseas a tus anchas por un gran buque, acompañado de tus fieles amigos (los pokémon), mientras deshaces algún que otro entuerto y conoces a gente... en el cuerpo de un niño de apenas 10 años.
Entre ambos pensamientos había algunos elementos comunes, como habréis podido ver, a los que se unían un sentimiento aventurero, en una situación de viaje, donde la alegría de la infancia toma el cariz más colorido y da rienda suelta a cierta imaginación a gusto del consumidor. Pensando en ello, me di cuenta de que Pokémon Azul y Rojo ofrecían eso a bordo del SS Anne, pero también Oro y Plata en el paso de Johto a Kanto, por poner los ejemplos más antiguos.
Pensando y pensando, llegué a una conclusión: a nivel básico, ese es uno de los núcleos (o tal vez EL núcleo) de las entregas principales de la conocida franquicia de Nintendo. La historia de un niño que parte hacia lo desconocido acompañado por su leales pokémon, viajando por decenas de lugares sin temor, pese a los peligros que puedan asolar esas tierras (casi siempre en forma de un equipo malvado)... Un viaje que te lleva a hacerte el mejor entrenador que habrá jamás, a salvar el mundo solo o con la ayuda de otros (¡Lance!) y a descubrir parajes y situaciones fantásticas una detrás de otra.
Y seguro que lo habéis pensado más de una vez: ¿podría un niño de unos 10 años hacer ese tipo de viaje en la vida real? La respuesta es que difícilmente, por no decir que no podría. Y entonces me acordé del pequeño Satoshi Tajiri, creador de Pokémon, y su inspiración mil veces contada: la base de la franquicia parte de las pequeñas aventuras que vivía Tajiri de niño en su Japón natal, capturando bichos y viendo lugares aquí y allá. Después, el diseñador nipón haría enorme esa idea y daría pie a un argumento y mundo que no nos ha abandonado desde hace 20 años ya.
Con ese hilo de pensamiento, una cosa estaba clara: un niño sí puede hacer un viaje del tipo que Pokémon nos presenta. Puede hacerlo en su mente, con su imaginación. Y puede hacerlo en los videojuegos, desde luego. Entonces mis lineas mentales quedaron cruzadas entre el M2Hero actual montado en un barco, el SS Anne que exploré de joven, el pequeño M2Hero explorando una nave en la vida real y soñando fantasías estando despierto y el imberbe Tajiri en sus aventuras. Sé que es una pequeña chapuza, pero así se ligó todo.
¿Y qué importancia tiene todo esto, estaréis pensando? Os la explico ahora mismo. En breve, el 16 de noviembre, tendremos disponible una suerte de remake bastante recortado en algunos aspectos jugables del clásico Pokémon Amarillo, en forma de Pokémon Let's Go Pikachu/Eevee. Muchos elementos han sido simplificados, pero algo me hace pensar que ese núcleo de Pokémon que atisbaba antes va a seguir bastante intacto: el niño, acompañado de su fiel compañero (y fijaos en la importancia que se le está dando ahora al Pikachu o Eevee acompañante), se embarcará en un viaje imposible en la vida real lleno de eventos, aventura, personajes por conocer y lugares por descubrir. Obviamente la nostalgia estará ahí y ya conocemos muchas de esas cosas, pero porque alguna vez experimentamos el viaje de las primeras ediciones de la saga en nuestra tierna infancia o incluso adolescencia.
Es cierto, muchas veces le hemos demandado (y yo me incluyo) a Pokémon un crecimiento en su propuesta argumental, una madurez extra que parece que no ha sabido (o no ha querido) alcanzar. Blanco y Negro tienen fama de ser ediciones con un mejor tratamiento de guión que el resto e incluso se pensó que para Sol y Luna se estaba haciendo un esfuerzo por cambiar los cánones de la franquicia a nivel narrativo. Aún así, no parece que el salto en ese apartado haya sido estratosférico ni haya dejado contentos a todos. Y las veces que se han hecho cosas un poco más oscuras (en Game Cube, por ejemplo), esos títulos no han acabado de triunfar.
Y con esa idea quería cerrar hoy esta pequeña disertación: ¿a lo mejor somos nosotros los que vamos equivocados pidiéndole ese cambio a Pokémon? Evidentemente no voy a decir ni que sí ni que no, pero es claro que el tema universal, la historia a lo grande con mente de niño, está muy presente en toda la saga y parece casi invariable. El niño que se va de casa para vivir aventuras, pese a su corta edad, lo que muchos imaginábamos y fantaseábamos de pequeños.
Al final, tiene que haber todo tipo de historias en nuestra industria y, tal vez, no esté tan mal que algunas propuestas se mantengan invariables para que las nuevas generaciones tengan esas sensaciones parecidas a las que tuvimos muchos de nosotros con Pokémon Azul y Rojo. No sólo eso: tal vez esté bien que los adultos podamos interrumpir ese flujo de historias más adultas, profundas y a veces oscuras que otros juegos nos ofrecen. Interrumpirlas con aventuras universales como las que Pokémon y otros títulos de corte similar nos brindan. Porque, mientras existan, podremos volver a vivir algunos ratos desde los ojos de un niño, que nunca está de más.
El caso es que hacía unos cuantos años que no me montaba en barco, siendo el avión siempre mi transporte preferente para salir de Mallorca. De hecho, nunca había montado en barco solo, llevándome el coche, como fue el caso de esta última vez. Y claro, uniendo eso a que no sabía exactamente qué situación me iba a encontrar en mi destino (ya os puedo adelantar que es bastante caótica), podréis entender que me asaltara el modo mental "aventurero hacia lo desconocido". No os voy a engañar: el suave traqueteo del barco, el aburrimiento de la travesía en algunos momentos y la siempre impresionante vista del mar abierto también ayudaron.
Así pues, es curioso como el cerebro a veces sigue dos líneas de pensamiento diferentes y las acaba uniendo de alguna manera. En primer lugar, me acordé de mis primeras veces viajando en barco, junto a mis padres. Aún era bastante niño y me encantaba explorar el buque en el que nos hubiera tocado ir, aunque tampoco es que hubiera nada de demasiado interés. Pasear por sus pasillos, sus zonas de butacas y su cubierta eran lo que me gustaba, mientras inventaba historias en mi mente. Historias de niños, de esas en las que te acompaña imaginariamente un fiel amigo de forma animal, usualmente tu perro si lo tienes. Era mi caso.
En segundo lugar, y al agotar el recuerdo de esas historias mentales de mi infancia, me asaltó otra imagen aparentemente diferente pero que tenía sus similitudes: la travesía en el SS Anne, en los ya vetustos Pokémon Azul/Rojo. No en vano, en esa travesía paseas a tus anchas por un gran buque, acompañado de tus fieles amigos (los pokémon), mientras deshaces algún que otro entuerto y conoces a gente... en el cuerpo de un niño de apenas 10 años.
Entre ambos pensamientos había algunos elementos comunes, como habréis podido ver, a los que se unían un sentimiento aventurero, en una situación de viaje, donde la alegría de la infancia toma el cariz más colorido y da rienda suelta a cierta imaginación a gusto del consumidor. Pensando en ello, me di cuenta de que Pokémon Azul y Rojo ofrecían eso a bordo del SS Anne, pero también Oro y Plata en el paso de Johto a Kanto, por poner los ejemplos más antiguos.
Pensando y pensando, llegué a una conclusión: a nivel básico, ese es uno de los núcleos (o tal vez EL núcleo) de las entregas principales de la conocida franquicia de Nintendo. La historia de un niño que parte hacia lo desconocido acompañado por su leales pokémon, viajando por decenas de lugares sin temor, pese a los peligros que puedan asolar esas tierras (casi siempre en forma de un equipo malvado)... Un viaje que te lleva a hacerte el mejor entrenador que habrá jamás, a salvar el mundo solo o con la ayuda de otros (¡Lance!) y a descubrir parajes y situaciones fantásticas una detrás de otra.
Y seguro que lo habéis pensado más de una vez: ¿podría un niño de unos 10 años hacer ese tipo de viaje en la vida real? La respuesta es que difícilmente, por no decir que no podría. Y entonces me acordé del pequeño Satoshi Tajiri, creador de Pokémon, y su inspiración mil veces contada: la base de la franquicia parte de las pequeñas aventuras que vivía Tajiri de niño en su Japón natal, capturando bichos y viendo lugares aquí y allá. Después, el diseñador nipón haría enorme esa idea y daría pie a un argumento y mundo que no nos ha abandonado desde hace 20 años ya.
Con ese hilo de pensamiento, una cosa estaba clara: un niño sí puede hacer un viaje del tipo que Pokémon nos presenta. Puede hacerlo en su mente, con su imaginación. Y puede hacerlo en los videojuegos, desde luego. Entonces mis lineas mentales quedaron cruzadas entre el M2Hero actual montado en un barco, el SS Anne que exploré de joven, el pequeño M2Hero explorando una nave en la vida real y soñando fantasías estando despierto y el imberbe Tajiri en sus aventuras. Sé que es una pequeña chapuza, pero así se ligó todo.
¿Y qué importancia tiene todo esto, estaréis pensando? Os la explico ahora mismo. En breve, el 16 de noviembre, tendremos disponible una suerte de remake bastante recortado en algunos aspectos jugables del clásico Pokémon Amarillo, en forma de Pokémon Let's Go Pikachu/Eevee. Muchos elementos han sido simplificados, pero algo me hace pensar que ese núcleo de Pokémon que atisbaba antes va a seguir bastante intacto: el niño, acompañado de su fiel compañero (y fijaos en la importancia que se le está dando ahora al Pikachu o Eevee acompañante), se embarcará en un viaje imposible en la vida real lleno de eventos, aventura, personajes por conocer y lugares por descubrir. Obviamente la nostalgia estará ahí y ya conocemos muchas de esas cosas, pero porque alguna vez experimentamos el viaje de las primeras ediciones de la saga en nuestra tierna infancia o incluso adolescencia.
Y con esa idea quería cerrar hoy esta pequeña disertación: ¿a lo mejor somos nosotros los que vamos equivocados pidiéndole ese cambio a Pokémon? Evidentemente no voy a decir ni que sí ni que no, pero es claro que el tema universal, la historia a lo grande con mente de niño, está muy presente en toda la saga y parece casi invariable. El niño que se va de casa para vivir aventuras, pese a su corta edad, lo que muchos imaginábamos y fantaseábamos de pequeños.
Al final, tiene que haber todo tipo de historias en nuestra industria y, tal vez, no esté tan mal que algunas propuestas se mantengan invariables para que las nuevas generaciones tengan esas sensaciones parecidas a las que tuvimos muchos de nosotros con Pokémon Azul y Rojo. No sólo eso: tal vez esté bien que los adultos podamos interrumpir ese flujo de historias más adultas, profundas y a veces oscuras que otros juegos nos ofrecen. Interrumpirlas con aventuras universales como las que Pokémon y otros títulos de corte similar nos brindan. Porque, mientras existan, podremos volver a vivir algunos ratos desde los ojos de un niño, que nunca está de más.
Interesante articulo M2Hero. De hecho estoy totalmente de acuerdo contigo y esto es algo por lo que he discutido bastante con otros aficionados de Pokémon. Pokémon es, de hecho, mi saga favorita. Se que la norma entre los aficionados es pedir un argumento más adulto, más dificultad, etc. Sin embargo yo siempre he defendido la simplicidad de la saga (no hasta el punto de Lets Go, todo hay que decirlo, aunque no dudo que sea divertido) debido a que lo que más me gusta de estos juegos es precisamente lo que tu describes: la sensación de descubrimiento, de ser un niño otra vez, de usar tu imaginación. Hoy en día es dificil lo primero que menciono, debido a una enorme cantidad de trailers que nos destripan todos los nuevos Pokémon añadidos pero aún así descubrirlos en cada juego es siempre un placer. Además me encanta el tono que impregna los juegos de Nintendo, un tono apacible donde no hay ningún problema, todo el mundo es amable y educado (hasta los grandes villanos de la franquicia Pokémon) y los que no lo son, se entiende claramente que tienen pocas luces (como los reclutas de estas organizaciones criminales). Es, como bien has dicho, la sensación de volver a ser un niño y sentir que detrás de esa pantalla hay algo más que datos, hay unos compañeros de aventuras. Excelente articulo de verdad, me has hecho recordar por qué amo esta saga, muchas gracias. Y perdón por semejante tocho xD
ResponderEliminarMuy interesante. Quizás sí seamos nosotros los que estemos equivocados. Ahora, yo me pregunto. ¿Por qué para muchos compañeros (y me incluyo) Pokémon tocó techo con Oro/Plata/Cristal?
ResponderEliminarRecuerdo que viví muchísimas aventuras en Rojo/Azul con su limitado potencial y que Plata me volvió absolutamente loco. Pero en la siguiente generación todo cambió.
Quiero lanzar la siguiente reflexión para ver qué opina el resto de gente: por un lado, pokémon rojo/azul/oro/plata/cristal te dejaban vivir una aventura propia. Tenías rutas alternativas, un mundo relativamente vivo (Giovanni se mueve, el Team Rocket cae e intenta resurgir, EL SS Anne parte a otras tierras, los pokémon se mueren...), que en futuras ediciones se vuelve repetitivo o predecible (las nuevas mafias son un calco, la aventura es más linear y parece la de siempre con una capa de maquillaje, por ejemplo).
La saturación de pokémon es otro de los factores. En la primera generación muchos eran inviables para la lucha eficaz pero añadían al lore o tenían alguna particularidad (supongo que la serie ayudó en esto). La segunda generación se basó en la primera y la mejoró de forma bastante natural (ciertas evoluciones de anteriores generaciones, menos desconocidos, mimo al lore...). La tercera generación para mí fue un desacierto, con diseños pésimos y poco interés. A partir de ahí era añadir a centenas sobre un mar de bichos ya creados.
De las siguientes generaciones puedo decir que mejoraron las mecánicas, el meta-juego y hasta el apartado visual, pero los problemas que frenan a la franquicia volver a esa aventura infantil siguen sin resolver.
Creo que X/Y fueron una especie de bonito revival y una nueva era pero que no consigue salvar dichos problemas en el fondo. Son una ilusión de esas primeras aventuras, pero una ilusión nada más. Aunque no me olvido de que la inclusión del tipo hada y las monturas de Sol y Luna han sido las mejores decisiones (por detrás van las formas alternativas de ciertos pokémon algo que mola mucho) en muchos años.
En resumen, sí puede que nosotros estemos equivocados en cuanto a cómo encarar uno de estos juegos, mas opino que ninguno hace nada por volver a revivir esa sensación. A ver qué opina la gente.
Ahora piensa que en Rubí/Zafiro (y los posteriores) ya eras mayor y, por tanto, no los podías ver con los ojos de un niño, fuera parte de que es una fórmula que ya conocías de dos entregas previas.
EliminarPersonalmente, mi Top-3 de pokémon favoritos son de Hoenn, así que es una cuestión de perspectiva, no un concepto general.
Mi historia con Pokémon ha sido bastante particular, en tiempo disfrute de manera importante con las primeras tres generaciones, para luego sólo volver a la saga en la séptima generación, notando varios cambios y una simplificación propia de los tiempos actuales. Curiosamente este año me he puesto al día con la mayoría de la rama principal jugando todos los juegos entre Blanco/Negro y Sol/Luna. Desde la quinta generación se vislumbra ese cambio en la historia, con alusiones a dimensiones paralelas, conflictos de escala importante en la humanidad y algunas historias más oscuras y ocultas que cabe rebuscar más en los escenarios del juego.
ResponderEliminarA pesar de todo, esto la sensación de que son títulos para un público infantil no ha cambiado, y esa idea de emprender un viaje por nuestra cuenta y que significa un crecimiento es importante. Pokémon nunca ha dejado de ser un producto para un público infantil, como bien señalas, fallamos en pedir historias más complejas y maduras, cuando finalmente no somos el público objetivo, y tiende a pasar mucho cuando nos damos cuenta que el paso de los años nos ha pasado la cuenta y ya no miramos con los mismos ojos ideas que nos fascinaron en su tiempo.
En fin, ha sido un entrada sumamente interesante y que da para repensar mucho.
Saludos!