[Análisis] Void Mine

Hace algo más de un año, a finales de 2017, tuvimos el gusto de escribiros sobre Hostil, una aventura narrativa desarrollada por Eteru Studio. En aquel momento, el joven estudio canario nos presentaba su ópera prima, un producto de ambientación espacial fuertemente inspirado en las aventuras gráficas de los 80 y, en opinión de un servidor, a los libros de Elige tu propia aventura. Si bien tenía algunas aristas, nos pareció una buena experiencia y una muestra interesante de lo que Luis Lodos (diseñador) e Itahisa López (artista) podían hacer en el futuro.

Hablado con ellos en ese momento, nos anunciaron que estaban ya desarrollando su segundo título, que repetiría con la ciencia ficción pero nos mostraría un planteamiento más oscuro que el de Hostil. Y a fe mía que han cumplido con su palabra: casi sin hacer ruido, el pasado 8 de marzo aparecía en Steam Void Mine, la nueva y oscura aventura firmada por Eteru Studio.

Gracias a su siempre buena predisposición y amabilidad, hemos podido probar el juego estos últimos días, con el objetivo de desgranaros cómo es este segundo juego del estudio español. ¿Seguirán por el buen camino? ¿Habrán conseguido una obra superior a Hostil? Os lo ilustramos en este análisis.

En Void Mine encarnamos a Jon Gauss, un astronauta que trabaja para la Agencia Central de Exominería investigando lo que ha sucedido con aeronaves a la deriva. En esta ocasión, la Agencia le asigna la misión de reportar lo ocurrido en la estación minera Ironclaw, la cual es imposible de contactar por parte del organismo. La propia Agencia insiste a Gauss en que no podrá contar con armas y en la importancia de recuperar todos los documentos que encuentre en su periplo, con el objetivo de conocer qué ha ocurrido con la tripulación.

Como podéis ver, nos encontramos ante una historia de misterio espacial, donde explorar lo inhóspito sin grandes posibilidades de establecer un combate (y mucho menos triunfar en él). En eso, Eteru Studio no ha cambiado demasiado: la historia del juego es breve y concisa, podríamos decir que incluso sutil, en el sentido de que no presenta grandes escenas ni diálogos. Como ocurría en Hostil, somos un astronauta, estamos solos en un terreno peligroso y el argumento se irá desplegando ante nosotros a medida que juguemos.

Y decimos esto porque Void Mine presenta su narrativa de forma fragmentada: apenas los registros de misión de Gauss (al inicio de cada nivel), junto a los diferentes documentos que encuentre en la estación minera, nos darán una idea de lo que realmente ha ocurrido en la estación a la deriva. Además, la trama tiene una propiedad ambiental también, dado que podremos encontrar algunos elementos en el entorno que, por la interpretación que hace el jugador, arrojan algo de luz sobre la propia historia del título.

Sin duda, se trata de una apuesta que no suele agradar a todo el mundo (no hay más que ver el ejemplo de la saga Souls, que suele ser paradigmática en este estilo), pero que en Void Mine funciona bastante bien por varios motivos. El primero, lo reducido de su desarrollo, que no aburre al jugador ni da lugar a ningún tipo de relleno argumental excesivo. El segundo, que es bastante lineal en el sentido de que ofrece todas las piezas al usuario que dedique algo de tiempo a explorar, siempre ordenadas, por lo que no goza de la complejidad de otras obras que optan por esta manera de narrar.

Con esa manera de contar una historia en la mesa, ¿cómo se juega a Void Mine? Manteniéndose en la aventura, pero alejándose del point and click de su primer título, los chicos de Eteru Studio nos proponen una jugabilidad 2D, pero para nada clásica: somos un astronauta y estamos en gravedad cero, lo que afectará sobremanera al cómo nos movemos y al cómo interactuamos con los objetos que vayamos encontrando.

De esta forma, bastará la cruceta para mover a Gauss hacia las cuatro direcciones básicas, siempre flotando por los corredores y salas de la estación minera. Al estar en gravedad cero, moverse en una dirección implicará una cierta inercia que continuará el desplazamiento, siempre que no choquemos con algo o corrijamos nuestro rumbo mediante el propulsor de nuestro traje. La sensación de ingravidez y relativo realismo está muy bien conseguida y es, sin duda, uno de los puntos fuertes del título.

A esa fortaleza contribuyen las físicas que se han implementado en Void Mine: van totalmente en consonancia con nuestro movimiento, de forma que chocar contra algún escombro o maletín (por poner dos ejemplos) producirá que estos se muevan siguiendo su propia inercia y dependiendo de cómo hayamos colisionado con ellos. Esto nos permitirá empujar objetos hacia la dirección que nos interese, aunque también contaremos con la barra espaciadora como botón de acción, que nos permitirá agarrar el objeto que tengamos delante para llevarlo con nosotros.

Hablando de colisiones, nuestro traje espacial no será indemne a todos estos choques, así como tampoco el bueno de Gauss. En nuestro devenir por la Ironclaw, existen diversas circunstancias y estados que nos pueden perjudicar si no somos cuidadosos en nuestros desplazamientos. De esta manera, un mal golpe en la cabeza nos dejará unos segundos aturdidos, en un estado de conmoción. Si estamos expuestos a demasiada presión o somos víctimas de una explosión, lo más seguro es que acabemos con una hemorragia interna, que nos matará en segundos si no somos capaces de encontrar un botiquín. Por su parte, el traje también puede sufrir escapes de oxígeno o la ruptura de su linterna (que nos dejará prácticamente a ciegas), por poner dos ejemplos. Suerte que contamos con paquetes de reparación dispersos por los niveles para subsanar esos problemas.

Pese a que la exploración puede ser peligrosa en sí misma si no somos cuidadosos, pues Void Mine no es un juego acelerado en absoluto, el mayor peligro del juego lo representa la Oscuridad. Este ente, con forma de nube negra, es la única amenaza externa real que enfrentaremos durante el juego, y comenzará a aparecer cuando hayamos superado un par de niveles, teniendo cada vez más presencia. Si nos alcanza, moriremos sin remisión. Por ese motivo, debemos evitarla al máximo posible o burlarla con algunas estrategias que iréis descubriendo.

La Oscuridad, si bien a veces desespera por su aparente omnipotencia (y velocidad) ofrece un elemento muy interesante, ya que genera una tensión bastante bien lograda, especialmente en los niveles finales, y aporta un punto de imprevisibilidad a los mismos, que de otra forma podrían adolecer de cierta carencia de ritmo. Sin embargo, será el motivo principal por el que tengamos que repetir una y otra vez algunas zonas, dado que es implacable.

Con esto dicho, nuestro objetivo principal será revisar los diferentes documentos que encontraremos a lo largo de cada nivel, que nos permitirán por un lado conocer lo que ha ocurrido en la nave y, por otro, obtener pistas sobre la contraseña de cada nivel. Y es que al final de cada uno encontraremos una puerta que sólo se abre introduciendo la clave correcta en su panel de control. Si bien al principio encontraremos la contraseña directamente escrita en algún documento, a medida que vamos avanzando la cosa se complica y hay que pensar un poquito más, aunque generalmente sin llegar a desesperar: una revisión de los escritos que leemos en cada nivel nos dejará casi siempre muy cerquita de saber cómo avanzar.

Y posiblemente aquí radica el principal problema de Void Mine: no aporta muchos más elementos a la ecuación, ni tampoco cambia su estructura durante la decena de niveles que lo componen. Muy pronto habremos conocido todos los elementos jugables a considerar, manteniéndose una cierta monotonía en su desarrollo, dado que ni se introducen demasiados cambios ni hay variabilidad alguna en los objetivos de las distintas fases, siempre encontrar la contraseña investigando y escapar. Si bien la fórmula tiene buenos mimbres, esto le pesa jugablemente al título, hasta llegar a las últimas misiones, que sí disponen de algún puzle adicional y un diseño de niveles superior.

Hablando de diseño, no puedo dejar de alabar el aspecto visual de Void Mine: como ya ocurría en Hostil, nos encontramos ante un juego que parece dibujado a mano y que, salvando mucho las distancias, puede recordar en algunos aspectos visuales a Gris de Nómada Studio. Verlo en movimiento, lento y sosegado, es un auténtico placer y buena muestra de lo que esta técnica nos puede ofrecer. Tal vez la variedad no sea enorme visualmente (no deja de ser una estación minera gris hecha de corredores y salas), pero no se puede decir que no sea coherente con su propuesta.

Sin embargo, lo que me ha dejado todavía más gratamente sorprendido es el uso que se hace de la iluminación. Generalmente nos moveremos por corredores semi-iluminados casi a oscuras, con los fluorescentes o luces de emergencia como únicos puntos de luz, además de la linterna de nuestro traje. Es alucinante ver cómo la luz de dicha linterna va iluminando de manera orgánica los escenarios, sobre todo asumiendo que nos encontramos ante un producto de presupuesto reducido, así como comprobar cómo marca nuestra manera de jugar cuando se nos rompe y debemos ser más cautos si cabe al no ver lo que tenemos delante.

Donde posiblemente el juego no brille tanto es en su aspecto sonoro. Si bien los efectos de sonido y la música son correctos, no podemos escapar a la sensación de que son bastante reiterativos y que acompañan con adecuación pero no pueden ir un paso más allá. Aún así, la música se utiliza como elemento indicador de peligro, indicándonos cuando la Oscuridad va en nuestra búsqueda.

Como ya ocurría en Hostil, Void Mine está pensado para ser una experiencia jugable de duración reducida. A poco que no nos atasquemos más de la cuenta con las contraseñas, durará en torno a dos o tres horas, consiguiendo buena parte de los documentos por el camino. No tiene rejugabilidad mucho más allá de completar esos registros de documentos, pues en cada nivel se nos indicará si hemos conseguido todos o no y, si lo repetimos, cuántos archivos hay y qué orden siguen.

Tal vez por su reducida duración, el título no parece especialmente difícil, aunque esto último puede ser engañoso. No nos encontramos ante un juego muy complicado, aunque tampoco ante uno facilón: es fácil tener que reiniciar varias veces en algunos niveles, sobre todo aquellos donde la Oscuridad es más implacable y tiene más presencia. Esta, sin duda, será la gran amenaza, pues la exploración, si vamos con cabeza (o recordamos donde están los botiquines y paquetes de reparación) no debería arrojar mayores sobresaltos.

Para que os hagáis una idea, los niveles de Void Mine, especialmente en su primera mitad (los finales son significativamente más largos) se pueden completar en unos 2 minutos, siempre que sepamos lo que hay que hacer y cuál es la contraseña (alrededor de 10 minutos si vamos explorando y no lo sabemos). En ese sentido, es un juego que tiene un cierto aprendizaje, pues a base de repetir el mismo nivel empezaremos a entender mejor cómo funciona, por dónde movernos y, sobre todo, puede que ya sepamos la contraseña si la hemos descubierto previamente, lo cual acelera bastante el proceso.

Al principio del texto os hablaba de Eteru Studio y arrojaba la duda de si seguirían por buen camino y habrían conseguido superar a su primera obra. Creo que no sería atrevido responder afirmativamente a ambas cuestiones, aunque hay matices. Hostil se cimentaba sobre la aventura gráfica de corte más tradicional (con algunas variantes) y sobre ese esquema no podíamos demandar muchísimo más de lo que ofrecía. Sin embargo, Void Mine se abre a la aventura en sentido más amplio y, aunque parece superior en muchas cosas, no deja esa sensación tan cerrada, puede tener un margen de mejora más claro.

Si bien abraza la narrativa particular con corrección, presenta un apartado visual fantástico a mi modo de ver y tiene unos mimbres jugables razonablemente interesantes, Void Mine peca de un valle difícil de salvar: sus primeros niveles nos muestran de qué va el asunto y los últimos nos hacen disfrutar, pero lo que hay en el medio se siente monótono y rutinario. Parece como si ese diseño jugable tan fresco y minimalista no aguantara del todo los diez niveles que nos propone, no al menos sin establecer más elementos jugables o más variedad de objetivos, que es lo que más le pesa.

Como no es muy largo, el jugador no llega nunca al hastío absoluto, pero se atisba más potencial del que acaba de ofrecer, especialmente si atendemos a su desplazamiento y a sus físicas, notables a todas luces. Tampoco es un título para todo el mundo, por el estilo narrativo que presenta y porque su pausa y su tempo se alejan de la acción más convencional. Pese a ello, al final me ha dejado buen sabor de boca, aunque creo que se podía ofrecer más.

Una cosa está clara: seguiremos atentos a lo que Eteru Studio tiene que ofrecernos. Mientras tanto, si os ha parecido interesante el análisis o podéis pasar por alto sus puntos oscuros y centraros en lo bueno que tiene que ofrecer, encontraréis Void Mine a un precio ajustado (4,99€) en Steam, localizado por supuesto al español, pero también a otros idiomas europeos. Para cualquier duda, quedamos a vuestra disposición en la caja de comentarios.

2 comentarios:

  1. Muchas gracias por este artículo tan detallado. Nos ayuda a seguir avanzando como creadores. Un abrazo.

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    1. A vosotros por vuestro trabajo, vuestra buena disposición siempre y por cómo recibís el feedback. Lo mío es sólo lo mínimo que se puede hacer ;). Deseoso de ver lo siguiente que hacéis.

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