[Análisis] Dragon Ball Z: Kakarot
En la industria de los videojuegos hay dos clases de títulos: aquellos que son desconocidos por los jugadores y nos lanzamos a ellos para adentrarnos en la exploración y otros que son un libro abierto, prácticamente no necesitan presentación y todos sabemos más o menos lo que esperar cuando encendemos la consola. Dragon Ball Z: Kakarot sería de los segundos.
Con una franquicia como Dragon Ball prácticamente sobran las presentaciones: fue de las obras más icónicas del manganime shonen en los noventa y ha mantenido su productividad a través de nuevas obras que, finalmente, devolvieron a la saga a las televisiones con la emisión de Dragon Ball Super en el año 2015, devolviendo a Goku y sus compañeros a la escena, con nuevas aventuras y rivales que confirmaron el renacer de la serie.
Esto también ha venido acompañado de una nueva hornada de videojuegos que han sido una constante a lo largo de los años y explorando diversos estilos, entre los que la exploración del género RPG no ha sido precisamente rara. De hecho, la franquicia Xenoverse es una combinación muy interesante de unir combates en 3D con elementos del género y ese es el camino por el que han querido profundizar en este Kakarot, intentando ofrecer un planteamiento de ARPG en un mundo abierto con multitud de misiones secundarias siguiendo la historia conocida en Dragon Ball Z, desde la llegada de Raditz hasta la derrota de Buu. Cuatro arcos argumentales completos en lo que se puede considerar como uno de los títulos más completos de la franquicia en este aspecto, ya que anteriores intentos se tuvieron que dividir en varios juegos o se detuvieron mucho más pronto.
El gran punto fuerte del título es, sin lugar a duda, la nostalgia que hará sentir a los aficionados de la serie, con un apartado artístico brillante que respeta a la perfección las principales escenas de la serie (con su cierta censura en ciertos momentos) hasta el punto que podremos jugar todo un revisionado de estas sagas manteniendo la fidelidad a la misma. La Banda Sonora también será heredada de la serie de televisión, por lo que se complementará perfectamente para darnos la sensación de que estamos jugando a nuestros capítulos favoritos. Con audio dual (japonés/inglés) el título está muy, muy cuidado en estos apartados.
El sistema de progresión en forma de RPG, no obstante, resulta un poco irregular y estará centrado en la trama principal, de forma que secundarias y combates aleatorios no resultarán una fuente relevante de experiencia, simplemente nos darán acceso a nuevos emblemas o técnicas para mejorar a nuestros personajes. No serán un aspecto necesario salvo para ser completistas, ya que la trama principal ofrece un sistema de equilibrado de nivel automático para que los jugadores no se queden atrapados con muy bajo nivel en las batallas. Y tiene sentido, ya que buena parte de las secundarias resultan extremadamente básicas y se reducirán a derrotar a algún enemigo (o enemigos) o encontrar un determinado objeto. También contaremos con un pequeño sistema de hacer comidas, que puedes hacer tanto en casa de Goku como en unas hogueras que hay dispersas por el mapa, que te dan ventajas puntuales para próximos combates. Es decir, que sólo a la hora de enfrentarnos a rivales especiales ocultos y opcionales sentiremos que deberemos explorar al máximo todas estas funcionalidad.
Al final, se puede decir que Dragon Ball Z: Kakarot no deja de ser un juego de peleas en 3D con elementos simples de RPG mucho más avanzados y con más libertad que lo que encontramos en los Xenoverse. Resulta especialmente recomendable para los fans de la serie, ya que devuelve a esos momentos que todos recordamos de nuestra niñez y juventud con una presentación sublime totalmente fiel a la serie, sólo que ahora con nosotros a los mandos. Si no eres demasiado fan, puedes quedar un poco decepcionado con la profundidad del título como RPG, pero como explicamos al principio, es de esas clases de juego en los que sabes dónde te estás metiendo. En caso contrario, probablemente no sea tu clase de título.
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